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CUANDO EMPIEZAN LAS DISCUSIONES. TERAPIA DE PAREJA

El inicio de una relación de pareja viene marcado por el enamoramiento, con todo lo que eso conlleva: la persona se centra en el otro, trata de agradarle, quiere conocer todos los detalles de su vida y hasta el más pequeño detalle lo magnifica pareciéndole encantador.

Si la pareja es impuntual, si es desordenada, si habla demasiado alto, si siempre habla de los mismos temas, no es visto por la otra persona como defectos, está demasiado cegada por el halo de la perfección que no puede ver más allá en la realidad de la persona.

Cuando llega la rutina, la pareja se consolida, cada uno está seguro en su posición, comienza un proceso de vuelta a la realidad: la persona deja de "vivir por y para la otra persona" y trata de ser persona con una persona a su lado que le complemente y, si es posible, no le caliente demasiado la cabeza.

Las llamadas de atención, de forma cariñosa sobre determinadas costumbres molestas, como las descritas anteriormente, no han servido para nada, y la persona comienza a sentirse frustrada, y a elevar el tono de voz o ser más agria cuando intenta modificar esos comportamientos: surge un proceso de reforzamiento negativo, en el cual la persona castiga verbalmente a su pareja, o en otras ocasiones se limita a ignorarle (que es otra forma de castigo) o incluso empieza a utilizar las relaciones sexuales como reforzador de la relación (si te portas bien nos vamos a la cama, si estoy enfadado, no).

Este es un momento de replantearse la relación bajo otras formas de actuar. Afortunadamente el enamoramiento ciego no dura para siempre, y hay que buscar fórmulas de solución de problemas maduras: el diálogo, el respeto, la comprensión.

Para ello algunas parejas necesitan acudir a terapia, ya que se han instaurado en un sistema de comunicación basado en gritarse, no respetar el turno de palabra, estar pendiente de los fallos del otro, guardar las cuentas pendientes... 

En terapia de pareja lo primero que se aprende es a expresar las propias emociones, a hablar en primera persona sobre los sentimientos y emociones, y a evitar especular sobre los sentimientos o intenciones del otro. Con esta base se comienza un programa de modificación de conductas disruptivas por ambas partes de forma lúdica, relajada, que suele dar mejores frutos que vivir en un estado de disconfort permanente.

SÍNDROME DE WENDY



Al igual que en el caso del síndrome Peter Pan, también en el síndrome de Wendy la mejor prevención llega desde la infancia. Es en esa etapa cuando comienza nuestro desarrollo social y de la personalidad, cuando se forman los roles asociados a nuestra identidad. Por ello, es muy importante el estilo educativo y las creencias que transmitimos a los más pequeños en esos momentos a través de las normas (la niña pone la mesa mientras su hermano descansa) o mediante los juegos (¿cuántas veces hemos visto a un niño jugar a ser enfermero? En el mejor de los casos son los médicos a los que la enfermera les ayuda a finalizar su exitoso trabajo). Por ello, es importante educar en la igualdad desde la infancia.


Cuidar nuestra autoestima también nos ayudará a prevenir este tipo de trastorno. Una persona con sana autoestima es capaz de revisar su concepto de amor dándose cuenta de que lejos de ser resignación o sacrificio, amar es un medio de obtención de cosas agradables por ambas partes.


ABORDAJE DEL SÍNDROME DE WENDY

Acabar con la idea de “si me esfuerzo mucho por ti verás que te quiero y así no me dejarás” es la base de la terapia en el síndrome de Wendy. El objetivo principal de la terapia es que pierdan el temor a ser abandonadas o rechazadas si no hacen todo lo que el otro quiere, ya que, si no se trabaja esta idea irracional, es difícil que lleguen a modificar su comportamiento. Para ello, a lo largo de la terapia se revisa con la paciente en qué otras situaciones de su vida se ha comportado de esa manera con el fin de ayudarle a tomar conciencia de su miedo.


Posteriormente, mediante técnicas cognitivas se trabaja la idea irracional actual enseñándole a ver la relación con su comportamiento, ayudándole a percatarse al mismo tiempo de cómo este miedo no le ayuda a conseguir su objetivo, sino a entrar en un círculo vicioso en el que su miedo se incrementa por la “no exigencia” de atenciones y afecto por parte del otro.


Al mismo tiempo, se debe entrenar a la paciente en habilidades interpersonales como aprender a “decir no” y delegar tareas, con el fin de fomentar el principio de equidad en la pareja cuya relación frecuentemente está deteriorada.


Finalmente, el síndrome de Wendy puede no ser tal y enmascarar una necesidad de control al otro (“si yo me hago imprescindible para ti, yo tengo más poder que tú; te controlo). Sólo un diagnóstico exhaustivo puede diferenciar ambos problemas, que llevarán consigo un tratamiento diferente.


¿Te reconoces como una Wendy? 

  • Cuando habla de su familia suele decir: tengo 3 niños en casa: mi marido y mis dos hijos 
  • Le gusta sentirse imprescindible 
  • Cree que el amor es sacrificio y resignación 
  • Siempre se está excusando 
  • Justifica continuamente el mal comportamiento e informalidad de su pareja ante los demás 
  • Evita las disputas con su pareja 
  • Siempre está pidiendo perdón 
  • Se desvive por hacer la vida agradable a su pareja, sin mostrar necesidades personales 
  • Actúa como madre, amiga, fisioterapeuta, médico, psicóloga, cocinera y gestora. Asume todas las responsabilidades del hogar 
  • Respeta el espacio y salidas de su pareja con sus amigos sin discutir, como una “carga más” en sus responsabilidades