El amor tiene un gran impacto sobre el bienestar personal y la salud, aunque como reverso de la moneda, también puede generar malestar o ser patológico en sí mismo.
El mal de amores
Al margen de esa “locura transitoria” que puede suponer el enamoramiento y el “perder la cabeza” por la persona amada, existen formas tipificadas de amor patológico o mal de amores. Podemos esbozar un breve catálogo de estos amores enfermos :
a) La celotipia: Aquí se sobrepasa el deseo legítimo de amar a una persona y no compartirla con nadie, llegándose a los celos patológicos y obsesivos.
b) El amor maníaco: Típico de los trastornos bipolares o ciclotímicos, en fase maníaca.
c) El narcisimo morboso: Consiste en un desarreglo de corte histeriforme, o un trastorno de la personalidad, donde el amador sólo puede amarse a sí mismo; único objeto amoroso más allá del amor propio
d) El síndrome de amor/odio o ambivalencia: Aunque en todo hay dosis de ambivalencia, aquí la mezcolanza de odios es mayor a los producidos por un objeto de amor frustrante; pero no se abandona, conformándose una relación cuasi sadomasoquista.
e) El bovarismo: Consiste en exagerar irracionalmente y constantemente las virtudes y cualidades del amado, con una verdadera alteración del sentido de la realidad casi esquizoide.
f) El síndrome de Wendy: Versión contraria al síndrome de Peter Pan, afecta sólo a las mujeres que terminan viendo a sus maridos o parejas como niños o hijos a los que hay que sobreproteger y sobreagradar.
g) El síndrome de Cyrano: Aquí se es feliz o se vive el amor de forma vicaria, a través de la felicidad de otros amantes.
h) El amor disociado: Creencia o vivencia de que se está enamorado realmente de varias personas diferentes; más frecuentes en los varones que disocian, sobre todo, dos grupos de mujeres: unas santas, puras y benévolas, pero que nunca podrán ser objeto sexual –aunque las amen– y, las otras, aptas para la cama (madres/esposas las primeras y, amantes, las segundas). En realidad no se ama ni a una ni a otra.
Junto a estas formas existen muchas otras tales como el amor fóbico, los amores “imposibles”, etc; sin entrar en las parafilias y las sexopatías relacionadas; sin hablar de las rupturas, separaciones, divorcios, desengaños y desamores que surgen cuando el amor (al menos en uno de los amantes) se acaba, generándose una verdadera situación de duelo que no siempre se afronta y elabora bien. De hecho en un 60% de los casos se sufre un proceso depresivo, pensándose en el suicidio en el 25% de los casos ; haciéndose así realidad, por desgracia, el tópico de morir de amor, siendo menos eficaces las mujeres y tardando más en superar sus fracasos amorosos y matrimoniales.
La decisión o iniciativa de abandono o ruptura es tomada con más frecuencia por las mujeres, muchas veces por interés por otra persona, y en mayor porcentaje que los varones, lo cual contradice la imagen popular de la mujer como víctima de la despiadada infidelidad masculina; y sin aludir al maltrato de género, violencia doméstica y muertes de, la más de las veces, mujeres a manos de sus parejas.
EFECTOS SALUDABLES DEL AMOR
Pese a todo lo anterior, el sentimiento de filiación que la amistad, el amor, el matrimonio y la familia nos dan es útil, no sólo para el bienestar mental, sino también para la salud física. Los datos son abrumadores:
- Las personas que están felizmente casadas tienen sistemas inmunológicos más fuertes y competentes, que aquéllas que tienen matrimonios conflictivos.
- Cuanto mayor simpatía mutua y una mejor interacción mantienen los estudiantes que comparten habitación o piso, menos incidencia de resfriados y gripes tienen.
- La supervivencia tras un ataque cardíaco se duplica en los hombres y mujeres mayores felizmente casados o que cuentan con apoyo emocional, que quienes no cuentan con este apoyo.
- Una buena elección de pareja y una buena red de apoyo social alivian el dolor y el estrés, disminuyendo la depresión y la ansiedad ; las tasas de trastornos mentales son más elevadas entre los solteros.
- Las personas casadas siguen estilos de vida y prácticas más saludables en alimentación, sexo, horarios, ingesta de alcohol y drogas y tabaquismo .
En el otro extremo, la terminación o ruptura de una relación puede ser psicológica y físicamente devastadora; de hecho, la muerte del cónyuge o la separación o divorcio suelen ser calificadas como los máximos estresores posibles para un adulto, en las distintas escalas de Acontecimientos Vitales Estresores (“life events”), como la popular Escala de Reajuste Social de Holmes y Rahe (46).
Así, la función primordial del matrimonio o vida en pareja consiste en evitar la soledad y dar apoyo social, proporcionando el adecuado amortiguador emocional que da una benévola compañía en forma de cónyuge e hijos, siendo este beneficio mayor en los varones, que ven aumentada su supervivencia dos veces más que las mujeres.